CURSO 2014-2015 » CUENTO INMIGRACIÓN
CURSO 2014-2015
DIPUTACIÓN DE VALLADOLID

VIII CONCURSO ESCOLAR

"CUENTOS SOBRE LA INMIGRACIÓN"

     La Diputación de Valladoli convoca todos los años un concurs escolar de cuentos sobre la inigración. Este año Samuel, con un poco de ayuda de Juanl, han escrito este cuento. Es un poco "duro", pero espero que entendáis lo que ellos quieren transmitirnos.

SAMUEL 2014SAMUEL 2014SAMUEL 2014SAMUEL 2014

 

¡ESTOY HARTO!

¡Estoy harto!

¡Estoy harto!

¡Ojala se vayan a su país!

Ya sé que eso no se puede decir estas cosas en estos días, pero es la verdad. Si me oyen mis padres o mis profesores, seguro que se enfadan, pero… Sólo vienen aquí a que les demos cosas. A aprovecharse de nosotros.

Voy a contar lo que ha pasado y seguro que me entendéis.

Yo juego a baloncesto en un pueblo que no es el mío, sino en el pueblo de al lado. Mi pueblo es muy pequeño y no tiene equipo, por lo que me entreno en el pueblo de al lado. El viernes por la noche, mientras yo entrenaba al baloncesto con mis amigos, mi padre se fue a hacer la compra y luego se acercó a casa a dejarla. A la casa de nuestro pueblo mientra yo entrenaba.

En el momento en el que entraba por la puerta, vio salir de nuestra casa a dos personas a toda velocidad.

Salió de casa a todo correr detrás de esas dos sombras. No sabía detrás de quién corría, pero tenía que ir a por ellos. Nada. Que no los atrapó. Tenía que haber estado yo, porque yo corro más que mi padre  y seguro que les habría atrapado.

Resulta que nos estaban espiando, y como, todos los viernes tenemos entrenamiento, los “ladrones-rumanos” vinieron a nuestra casa y nos robaron. No hay nada que hacer. Se han llevado mi ordenador.

Eso no es lo que más me duele. Lo que más me duele es que le han quitado a mi madre una medalla que le regalamos entre mi padre, mi hermano y yo. No hay derecho.

 También me molestó mucho que le robaron a mi padre un trofeo de trial que había conseguido en un torneo de motos de trial.

 Pero eso no es todo, a mi hermano le robaron el tractor de pedales que tanto le gustaba.

Al lunes siguiente, cuando fui al colegio, nada más entrar al patio le dije al único niño rumano que tengo en mi clase y en todo el colegio de mi pueblo:

- ¡Sé que has sido tú! ¡Dame mi ordenador!

- Pero, ¿de qué estás hablando? Yo no sé nada de tu ordenador – me dijo mirándome fijamente a los ojos.

- Pues si no has sido tú, seguro que ha sido tú padre.

         Así se quedó la cosa, porque el maestro estaba a punto de venir y seguro que nos regañaría si nos ve discutiendo.

Luego, a la hora del recreo, el niño rumano (no quiero decir su nombre para que no sepáis quién es) se cayó y empezó a llorar, pero yo, en vez de ayudarle, le llamé “llorica” y me marché al otro lado del patio.

Mi compañero no lloraba por el dolor de la caída, sino porque me estaba portando fatal con él aunque yo todavía no lo sabía.

Esa misma tarde, cuando terminé los deberes que me mandó el profesor en el colegio, decidí dar un paseo por el pueblo. Fui a buscar a mi amigo Miguel, pero… No había nadie, así que me tuve que ir yo solo a dar una vuelta. Pensé que podría ir al río, porque hacía mucho tiempo que no iba. Pero por mala suerte, había una bajada resbaladiza para entrar al río y sin querer me resbalé, me di un golpe en la cabeza con una gran piedra y me caí al río.

Estaba sangrando por la cabeza. Y no sabía nadar muy bien y empecé a gritar ¡socorro! ¡Socorro!... Me pareció ver una sombra a lo lejos que me resultaba familiar. Pero de repente… perdí el conocimiento.

Después de una larga noche (de la que no me acuerdo de nada) me desperté en el hospital. Me encontré con mis padres y mi hermano. Todos se pusieron muy contentos al verme abrir los ojos.

Después de desayunar, me contaron todo lo ocurrido: yo iba caminando hacia el río cuando me resbalé en la bajada al río y me di un golpe muy fuerte en la cabeza y empecé a sangrar. Más tarde el niño rumano de mi colegio, al que yo había acusado de robarme en casa, me sacó del agua y me llevó en brazos hasta mi casa. No sé cómo pudo hacerlo porque yo peso bastante y además estaba empapado y sin conocimiento.

En cuanto me dejó en mi casa, mis padres me llevaron rápidamente al hospital y allí estaba, tumbado, mojando las galletas en la leche mientras en mi cabeza…

…algo empezó a cambiar…

    …me había salvado la vida…

        …yo tenía que hablar con él…

             …en cuanto salga del hospital…

                 …pero mira que he pensado mal de ese niño…

                     …esto no puede seguir así…

                         …mañana en el colegio le pediré disculpas…

                             …le haré un regalo por todo lo ocurrido…

         Al llegar a casa, le dije a mis padres que tenía que pedir disculpas al niño-rumano que me había salvado la vida y del que yo había desconfiado y acusado sin pruebas.

         Al día siguiente me levanté, desayuné rapidísimo porque tenía muchas ganas de ir al colegio y ver de nuevo a mis compañeros. Nada más entrar en la escuela todos mis amigos me empezaron a preguntar que qué tal estaba. Y yo les respondí que estaba muy bien, pero…, no encontraba al niño-rumano. Pregunté a mis amigos que dónde estaba, y me dijeron que estaba malo.

         Nada más acabar el colegio, me fui a su casa a verle cómo estaba. Les pedí a sus padres que si me dejaban ver al niño, y sí que me dejaron. Nada más verle casi me pongo a llorar de la alegría que tenía de volver a verle, aunque también tenía un poco de remordimiento por lo que le había dicho sobre el robo en la casa de mis padres. Luego, después de un rato en silencio, empezamos a hablar.

- ¿Qué tal estás? – comencé la conversación.

- Muy bien – contestó.

- Gracias por salvarme la vida – le dije.

- De nada. Estaba dándome una vuelta por ahí cerca y oí unos gritos y me acerqué para ver lo que pasaba y luego, ya allí, te saqué del agua.

- Perdón por todo este tiempo que he estado pensando mal de ti. No te lo mereces.

- Tranquilo son cosas que pasan. No es la primera vez que me juzgan por el hecho de ser extranjero. Aunque la verdad es que yo nací aquí, en España, igual que tú.

- Cambiando de tema. ¿Quieres jugar al baloncesto en mi equipo?

- Claro me encantaría, pero es que mi padre no puede llevarme hasta el otro pueblo.

- No te preocupes, lo he hablado con mi padre y él nos llevará a los entrenamientos y los partidos si tus padres te dejan.

- ¡Vale! Muchísimas gracias. Es la primera vez que alguien hace algo por mí sin esperar nada a cambio.

- Seremos amigos para siempre.

         Me marché de su casa y… parece que el corazón estaba más grande que al entrar. No me cabía en mi cuerpo. Pero ¡cómo somos los niños!. A veces, nos dejamos influenciar por los mayores. Porque:

no importa de dónde vengas

sino el corazón que tengas.

 

FIN

 

 

 

 

              

Enlaces Institucionales
Portal de educación Directorio de Centros Recursos Educativos Calendario