Érase una vez una tortuga de río llamada Marina. Era muy buena y siempre jugaba con sus amigas. Pero muchas veces se encontraba metida en un peligro porque era un poco despistada.

            Un día Marina estaba nadando tranquilamente en el río cuando, de repente, aparecieron cuatro peces carnívoros. Todas las tortugas que estaban nadando en el río se fueron a toda velocidad. Marina, con el jaleo, se pedió en el río. Ya no sabía dónde estaba su familia.

            Era todo negro. Salió a la superficie y se encontró con una tortuga galápago muy anciana que se llamaba Victoria. Gracias a sus años, Victoria conocía todo el río. Marina le contó a Victoria lo que había pasado con los peces carnívoros y que ahora estaba sola. Victoria se ofreció a ayudarla a buscar a su familia.

            Caminaron y caminaron mucho rato, hasta que llegaron a un sitio para descansar. Con tan mala suerte que en ese lado del río había muchos niños bañándose. Entonces, decidieron enterrase en la tierra hasta que se fueran los niños. Cuando todos se habían ido, las dos tortugas se durmieron tan tranquilas una al lado de la otra.

        Por la mañana salieron de su escondite y Victoria sabía que en ese río había dos señoras que todas las mañanas daban de comer a los animales del río, y a ellas dos les dieron de comer un poco de lechuga.

        En la siguiente parada, se encontraron con un cangrejo señal que se llamaba José. José les preguntó que qué hacían en ese río y Marina volvió a contar la historia de los peces, de que estaba sola y que se había encontrado con Victoria, la tortuga galápago. José decidió que él también las acompañaría en la búsqueda de la familia de Marina. Le contó que tenía un amigo sorpresa que seguro les iba a ayudar.

             José, Victoria y Marina, caminaban por la orilla del río, hasta que llegaron a un árbol enorme. De repente, una sobra se acercó sobre ellos volando. Marina y Victoria se asustaron, pero José las dijo que no pasaba nada, que era Carlos, un cóndor que era amigo suyo. Marina volvió a contar la historia de los peces carnívoros, de cómo Victoria le ayudó y de cómo José les quería ayudar. Carlos no lo dudó, montó en su espalda a la tortuga Marina, a la tortuga galápago Victoria y al cangrejo señal José y juntos se fueron en buscar de la familia de Marina.

            Desde el cielo todo era más fácil. Carlos, guiado por Marina, se acercó al río donde vivía Marina y allí encontraron a toda la familia. Marina, loca de contenta, decidió invitar a todos a una fiesta para celebrar que habían encontrado a su familia y así poder darles las gracias a sus nuevos amigos.

            Y colorín colorado, el ayudar nunca se ha terminado, pero es cuento sí que se ha acabado.